martes, 30 de noviembre de 2010

1º PREMIO CERVANTES - ALEJANDRA GARAYALDE

El asesinato del payaso

Estaba sentado en un banco del parque del norte de la ciudad, esperando a que llegara. Sabía que volvería al lugar del crimen. Todos lo hacen.
Todo había comenzado esa mañana cuando de camino al colegio vi algo que me extrañó. Había alguien tirado en el suelo del parque. Me acerqué y lo vi claramente. Era un payaso. Estaba boca abajo, como si estuviera dormido aunque no respiraba. Le di la vuelta y me di cuenta de que estaba muerto. Llamé a la policía inmediatamente.
Mientras la policía llegaba, busqué alrededor del cadáver alguna pista. No muy lejos del cuerpo, había una lentejuela dorada. La cogí con suavidad y la guardé en la mochila.
Cuando la policía llegó, me hicieron un interrogatorio sobre lo que había visto. Después me marché al colegio. De camino me di cuenta de que el payaso era el que había visto ayer en el circo. Intenté recordar quien llevaba un traje con lentejuelas pero no me acordé.
Aquella tarde, al salir del colegio, me dirigí al circo. Quería saber quien había matado al payaso y por qué. Sabía que la policía estaba haciendo lo mismo aunque yo quería aportar mi granito de arena.
El circo era completamente diferente a los edificios que había dejado atrás. Había muchas caravanas y gente de un lado para otro. Me miraban como si fuera un extraño.
-¿Puedo ayudarte en algo?-me preguntó un hombre.
-Sí-le respondí yo.-Querría saber el nombre del payaso que ha fallecido.
-¿Harry? Era un buen chico. No entiendo como le han podido matar. Era muy joven,¿sabes?
-Vaya, es una pena. ¿Tiene alguna sospecha de quién puede haber sido?
-No que va-me respondió. Cuando terminamos nuestra conversación, se marchó a la jaula de los leones. Fue entonces cuando me di cuenta de que era el domador. Había algo en él que no me gustaba.
Me marché a la biblioteca a hacer un trabajo aunque había comprado una entrada del circo para la actuación de esa noche pero mi intención no era ver la función.
Encendí un ordenador para ver qué decían sobre el asesinato.
Aquella noche entré en la carpa del circo aunque un poco después salí de la carpa. Anduve durante varios minutos entre las caravanas. Cuando encontré la que quería, entré. Como me había imaginado, había muchos trajes. El que tenía lentejuelas doradas estaba en una bolsa de basura. Lo saqué y como había sospechado estaba manchado de sangre.
Salí de la caravana y me dirigí al parque donde había encontrado el cuerpo.
Corrí. No podía dejar que lo hiciera otra vez.
Al llegar al parque me lo encontré vacío. Me senté y miré a la luna.
Oí un ruido de pisadas y apareció el domador. Él me vio y aunque creía que no sospechaba nada lo sabía todo.
-Vaya,-le dije-has salido antes de que terminara la actuación.
-Sí-me miró con una extraña mirada- y tú también
-Tienes razón. No sabía que querías ser payaso-cambié radicalmente de tema.
-¿Qué quieres decir?-cada vez se daba más cuenta de que yo sabía algo.
-Yo encontré el cuerpo de Harry. Cerca de donde estaba encontré una lentejuela dorada. Esta tarde, cuando fui al circo, vi algo rojo en tu camisa blanca. Esta noche, un traje de lentejuelas doradas estaba manchado de sangre. El traje lo he encontrado en tu caravana.
-Vale. Tienes razón. Maté a Harry pero ¿qué vas a hacer? Tengo billetes para marcharme. No me encontrarán nunca.
-¿Estás seguro?-pregunté y al instante di una palmada y cinco policías salieron de los arbustos.
Detuvieron al domador y yo me gané el merito de todos y una foto en la portada de todos los periódicos.

1º PREMIO CERVANTES

AUTORA: ALEJANDRA GARAYALDE – 2º ESO

2º PREMIO CERVANTES - MARÍA GRANADOS

Hilario y el payaso misterioso


Hilario, detective privado cuyo despacho se encontraba en el número trece de Washington Street, Manhattan, resolvía muchos conflictos de su ciudad. Muchos de sus habitantes decían que era la reencarnación de Sherlock Holmes. Os preguntaréis cómo llegaría a la fama. Fue este su primer caso:
La policía local no se explicaba cómo había hipnotizado el ladrón a los guardias del palacio. Hilario, joven y robusto por aquella época, rubio de ojos azules como el límpido río de su ciudad, pensaba que el circo podía tener algo que ver. Fue a la biblioteca en busca de información sobre sus componentes aquella tarde, donde, gracias al ordenador pudo descubrir que no había ni mago ni adivina del futuro. Descifrando un código de acceso comprobó que el payaso… había tenido una madre adivina.
Esa noche, iluminado solamente por un rayo de luna, se acercó al parque. Alrededor se encontraban muchos edificios, uno de ellos, la vivienda del sospechoso. Abrió la puerta indicada con suavidad, no quería sorpresas por parte de Sergio, el nombre del payaso, y, adivinad cuánta fue su sorpresa al descubrir que, en un oscuro rincón, lloraba bajo la tapa del tesoro. Hilario, encañonándole, lo entregó a su jefe y, después de explicar lo sucedido y de unas preguntas al ladrón, el cuerpo de seguridad ordenó al detective abandonar la sala, no si antes agradecérselo profundamente. Sergio seguía llorando de arrepentimiento.
Al día siguiente los periódicos publicaban exclusivas sobre el misterio resuelto por Hilario. El alcalde en persona se lo agradeció con una medalla en su palco, delante de mucha gente. Desde ese día es conocido como: detective privado, Hilario. Y como todos los buenos detectives tiene “su frase”:
- Inteligencia se se escribe con “h”

2º PREMIO CERVANTES
AUTORA - MARÍA GRANADOS

MENCIÓN CERVANTES - MARÍA SERRANO

LA FASCINANTE HISTORIA DEL REINO DEL ESTE


En la Edad Media hubo muchos reinos y esta historia trata sobre dos de ellos y como alguien, por muy pequeño que sea, puede ayudar a que las cosas cambien de rumbo hacia algo mejor.

Era tarde en el Reino del Este y Blenda, una chica de catorce años recién cumplidos, cabello oscuro y estatura media, estaba sentada en su cama, pensando en lo que había oído decir a los mayores. No hacían más que repetir que si la guerra no acababa pronto, todos los habitantes del reino tendrían problemas para defenderse de los soldados del Reino del Norte. La habitación en la que dormía Blenda era una pequeña alcoba con una estrecha ventana. No podía dormir así que bajó a la cocina y se tomó un vaso de leche con una pizca de miel. Después, fue al salón donde tenían una biblioteca y cogió un libro sobre los secretos de su reino. Lo abrió por la primera página y acarició las letras con suavidad, como si con el simple hecho de tocarlas pudieran desprenderse del papel. Pasó las páginas y leyó algo sobre un túnel secreto que conectaba los dos reinos que ahora estaban en guerra. Se levantó del sillón, y agarró un libro cualquiera de la estantería. Tiró de él imaginándose que sería divertido que en su casa hubiera pasadizos secretos. Y sorprendentemente, una puerta apareció junto a los libros. Casi se cayó del susto. Después de vacilar un poco, cogió la lámpara de aceite de su padre, un bufón que se ganaba la vida en las calles haciendo el payaso. Se adentró en el pasadizo y caminó durante mucho tiempo. Llegó hasta el final y vio que la puerta por la que se salía del túnel estaba cerrada. La empujó y se abrió. Lo primero que vieron sus ojos fue la luna en lo alto del cielo, y luego unos edificios y unas casas que pertenecían al Reino del Norte. De repente alguien le agarró por detrás. Blenda lo miró y vio que era un señor con una barba blanca cual nieve recién caída.
-Por fin has llegado, Blenda. Te estaba esperando-dijo el anciano.
-¿Quién es usted?-preguntó Blenda, alarmada, al comprobar que aquel anciano conocía su nombre.
-Aquí no, ven-arrastró a Blenda hasta un sitio parecido a un parque.
-¡Cuénteme quién es usted!-le espetó al anciano. Le daba miedo el Reino del Norte y la presencia del señor de la barba blanca lo aumentaba aún más.
-No te puedo decir quién soy, pero te diré el secreto para acabar con la guerra-
-¿Cuál?
-La fuerza más poderosa no es la que se consigue con soldados. Tampoco con armas y catapultas. Tú y yo estamos de acuerdo en que no debería haber guerras en las que la sangre fluyera por la tierra hasta dejarla roja. Te diré solo a ti el mayor poder para acabar con la guerra. Te estarás preguntando cuál es. No te haré esperar más: el mayor poder para acabar con esta sanguinaria lucha es el que se consigue hablando.

Al instante el anciano desapareció y Blenda entendió lo que quiso decir. Con gran valor, habló con los dos reyes y al cabo de muchas semanas de negociación, consiguió que la guerra llegase a su fin.

Años, muchos años más tarde, Blenda supo que el anciano señor era un ángel que le había ayudado a acabar con la guerra.

Esta historia no aparece escrita en ninguna otra parte: no la encontraréis ni en un ordenador, ni en un libro, ni en ningún otro sitio. Por eso he querido contárosla, para que todo el mundo sepa que hablando se consigue más que luchando.


MENCIÓN CERVANTES
AUTORA: MARÍA SERRANO

domingo, 28 de noviembre de 2010

3º PREMIO GÓNGORA - ISABEL BROTÓNS

RIBIA

 Aquella conversación me sorprendió mucho y sigo pensando en ella… ¿Crees que él también seguirá dándole vueltas? – se oyó en el dormitorio principal.
Papá descansaba en el diván mientras hablaba con mamá sobre la última visita de Leo. Leo era un viejo amigo de la familia al que vimos por última vez hace mucho tiempo; la última vez que vino a vernos. Lo cierto es que fue una visita tempestuosa; papá y él gritaron y discutieron. Pero no fue una de esas riñas por las que dos amigos dejan de serlo para siempre. Además del tornado de angustia, prisa y dolor que se percibía, también hablaron como hombres civilizados. Como los amigos que eran. Y a juzgar por la mirada absorta de papá clavada en las grietas del techo, juraría que fue una conversación más que corriente. Mamá solía decirme que el tío Leo había ido a vivir muy lejos. Tan lejos que ningún avión ni barco podía llegar hasta él, y que por eso no habíamos vuelto a verlo. Que se encontraba en unas vacaciones larguísimas, de las que me gustaban a mí. Pero yo no era tonto. A veces los mayores no se enteran de nada; ser pequeño no significa ser tonto. Yo sabía que algo no marchaba bien la última vez que Leo estuvo aquí. Sé que papá se enfadó porque no quería que se fuera. Pero si de algo estoy seguro es de que Leo no se fue de vacaciones, pues llevaba la angustia pintada en el semblante.
Pero de esto hace mucho tiempo. Todos hemos crecido. Incluso el mundo. Todo ha cambiado. Recuerdo salir a la calle a jugar con mis vecinos cuando era pequeño. Papá ahora no me permite salir. De todas maneras, nadie lo hace, así que no tendría ningún sentido que fuera a la calle, porque siempre está vacía.
Ni siquiera vivimos en la misma casa. Tuvimos que mudarnos, pero nadie me dio muchas razones.
Y todo porque era pequeño.
Mamá me dijo que nos íbamos de vacaciones. Y un cuerno. Yo sabía muy bien lo que eran unas vacaciones, y esto no se le parecía nada. Pero ya me he acostumbrado. Antes solíamos vivir en una calle amplia y elegante en pleno centro de Stuttgart, en una casa luminosa y grande. Ahora vivimos en una callejuela. La casa no es tan vistosa, pero no está del todo mal. Además, tenemos vecinos. Dentro de casa. La convivencia con otra familia es mejor de lo que parece, pero echo de menos mi propia intimidad. Si tan sólo pudiera salir a la calle…
Cualquiera que me oyera podría preguntarse cómo narices he acabado en esta situación. Lo cierto es que no me atrevo a preguntar nada. Ni falta que hace. Sé que ocurre algo ahí fuera. Algo me dice que no nos quieren en la calle, pero no sé por qué. ¿Será que mis vecinos y yo hacíamos mucho ruido? ¿Que es peligroso que los niños corran por la calle? ¿Qué será? ¿Será mi ropa? ¿Mi pelo oscuro?
Desde que cambiamos de casa papá y el padre de la otra familia pasan el día sentados, escuchando la radio, pero yo ni siquiera entiendo cómo pueden oír el leve silbido que desprende el altavoz. Nunca suben el volumen. Tampoco nosotros podemos subir nuestra voz. Esta casa es el colmo del silencio.
Nina, la hija de la otra familia, tiene mi edad, y, por lo visto, un imán incrustado en el cuerpo que se deja llevar por un magnetismo irrefrenable hacia mí. Siempre la tengo al lado. No es muy divertida, pero es mejor que los adultos.
En general, parece que la vida se haya convertido en un auténtico tedio. Sin embargo, yo huyo de la realidad con frecuencia. Todos se preguntan qué hago todo el día tumbado en la cama con los ojos cerrados, si no estoy durmiendo. Huyo. Huyo a Ribia.
Ribia es mío y nadie sabe que existe. Es mi aire. Como un respiro; una bocanada de evasión a un lugar perfecto. Mío. Es la puerta a la calle a la que no puedo salir.
Es allí donde paso la mayor parte del día, cuando consigo escapar de Nina. Nadie me reprocha que esté todo el día tumbado, pues la vida se asemeja tanto a una prisión para nosotros que no caben reproches. Nuestra libertad tiene tantos metros cuadrados como la casa, y cada uno hace con la suya lo que quiere. Papá escucha la radio. Nina lee. Y yo viajo. Y aunque parezca el más inútil de todos por permanecer en una permanente posición horizontal, estoy seguro de que soy el que mejor lo pasa de todos.
A veces paso tanto tiempo en Ribia que olvido que es de este mundo de donde provengo.
Hay muchos días en los que papá y el papá de Nina parecen muy preocupados. Es cuando se oyen ruidos en la calle que tenemos que guardar el mayor silencio. Muchas veces he querido asomarme a la ventana, pero por desgracia, todas están bien cerradas. Una vez pregunté a Nina si sabía lo que ocurría cuando se oían aquellos ruidos que sonaban a gritos. Ella me dijo que eran hombres que querían echar a la gente de sus casas, y que por eso permanecíamos tan en silencio; para que no nos echaran de la nuestra. Parecía que se enteraba bastante del asunto. Le pregunté por qué echaban a la gente de sus casas, y me dijo que no lo sabía. Que eso era asunto de los mayores. Al parecer, todo lo extraño atañe a los adultos. ¿Quién narices había dejado a esos hombres tomar la calle y echar a la gente de sus propios hogares? El mundo se había vuelto loco.
 Oye, Nina… ¿Y qué hace la gente que se queda sin casa? ¿A dónde va?
 No lo sé. Se encargarán los que les quitan la casa. Creo que ellos se llevan a esa gente a otro sitio.
 Seguro que se los llevan de vacaciones.

Silencio.
Nina me mira igual que como los adultos me miran a veces.

 Seguro.
De repente me siento inseguro y una incertidumbre tan pesada como uno de los trenes que solíamos coger para ir a Munich se apalanca dentro de mí. ¿Se nos llevarán a nosotros algún día? Y si nos cogen, ¿a dónde iremos? Espero que sean unas vacaciones mejores que las que me prometió mamá. Aquello sí que fue una treta. Pero si nos comportamos así será porque intentamos que no nos descubran…
A veces me da la sensación de que este mundo pertenece más a los adultos. Es tan difícil vivir en él. Pero de pronto desaparece toda preocupación según me tumbo en mi cama y me evado.
No importa lo que ocurra, ni a dónde vayamos. Lo único que tengo que hacer es cerrar los ojos. Y entonces es Ribia. Y nada más. Sólo Ribia.

PREMIO GÓNGORA
3º PREMIO
AUTORA - ISABEL BROTÓNS - 2º BACHILLERATO

1º PREMIO GÓNGORA - MARÍA BEUNZA

LECTURAS

Aquella conversación me sorprendió mucho y sigo pensando en ella; no he podido quitármela de la cabeza en todo el día. Si bien es cierto que Long John Silver nunca me había gustado –había algo siniestro en él, con aquella pata de palo y ese loro del que jamás se separaba- nunca habría imaginado que llegaría a organizar un motín a bordo con tan crueles propósitos.
Yo me encontraba en el interior de un barril de manzanas en la bodega, junto al nuevo grumete, y desde allí lo oímos todo. Tenían planeado matar a todos los hombres honrados de la tripulación con el único fin de encontrar un tesoro. Probablemente, también nos matarían al grumete y a mí. Yo temblaba, presa del miedo; temía que nos descubrieran. De pronto, oí pasos que se acercaban, y alguien me rozó el hombro, haciéndome chillar:
- Perdone, señorita, pero vamos a cerrar.
Pestañeé, desconcertada, cegada repentinamente por la luz. Estaba desorientada. Observé a mi alrededor con curiosidad. Me hallaba en una sala de enormes dimensiones, cuyas paredes estaban cubiertas de altísimas estanterías llenas de libros. Y de pronto lo recordé todo.

Había sido un día espantoso. Los problemas habían surgido sin descanso, y tuve que resolverlos todos yo. Debía, además, realizar varios trabajos de investigación, y necesitaba tiempo para comprarle un regalo a mi hermana, que cumpliría años en unos días.
Llovía a cántaros cuando me acerqué a la biblioteca, resoplando porque el paraguas no había sido capaz de evitar que me empapara, lo que no contribuyó a mejorar mi humor.
En la biblioteca hacía un agradable calorcito. La luz era tenue, dorada. El sonido de mis pasos se hundía en el silencio reinante.
Me dirigía hacia la zona de investigación, pero me detuve a medio camino. Mis ojos habían captado, entre todos aquellos libros, un título en concreto. Me acerqué lentamente, con precaución. Aquel libro evocaba recuerdos muy felices de mi infancia, de cuando recorría el mundo sin preocupación alguna.
Lo rocé con cuidado, con la punta del dedo. La cubierta, antigua y desconchada, era suave. Mis dedos, presionados contra ella, sonaban como los pasos de unos pies a la carrera, o como las notas, graves y profundas, que entona un contrabajo. Me gustó ese sonido. Tomé el libro entre las manos y aspiré su olor, un olor viejo, a polvo y a recuerdos ya olvidados, como el de los libros que solía haber en casa de mi abuela. Sí, fue ella quien me compró aquel libro, hace ya varios años. “Tú me recuerdas mucho a Wendy”, me dijo. Pero a mí Wendy no me gustaba, porque crecía, y le dejaba solo a Peter. La abuela solía reírse cuando le decía esto. “Pero tú también crecerás”, respondía, y sonreía enigmáticamente. Y luego me guiñaba el ojo pícaramente y me decía: “¿Jugamos a cazar piratas?”
Abrí el libro con cuidado. Mi intención inicial era únicamente hojearlo, pero las palabras, embaucadoras, me atraparon como me habían atrapado muchos años atrás; y volví a viajar a Nunca Jamás, y a danzar con los indios, y a luchar contra el malvado Garfio, y a llorar cuando Peter descubre que Wendy (“¡Estúpida Wendy! ¿Por qué no te quedarías en Nunca Jamás?”), había crecido y ya no podría hacer las limpiezas de primavera nunca más.
Cuando acabé de leerlo me sentía desasosegada. Una nostalgia vaga empañaba mi espíritu, a la vez que comenzaba a surgir una voracidad creciente. Así, me vi en la necesidad de coger otro libro, y al acabar ese otro, y otro, y otro. Con cada libro viajaba a mil lugares distintos, conocía a cientos de personajes nuevos, y se me olvidaban todos mis problemas. Sí, investigué junto a Holmes y Watson; observé, desde uno de los balcones de Vetusta, los nítidos y blancos pies de la Regenta durante la procesión; yo también anhelé cazar a Mobby Dick, y me enamoré del señor Darcy; protegí a los niños entre el centeno y traté de evitar que el loco caballero embistiera contra los molinos...
Las palabras, como los tentáculos de un calamar, me asían, no me permitían escapar. Me hablaban de lugares maravillosos, de criaturas fantásticas, de personajes llenos de vida. Y allí estaba yo, curioseando en sus vidas, mera espectadora. Y sentía algo así como unas intensas ganas de gritar, de avisarles de los peligros que corrían (“¡Corre, niña de la capucha roja, corre, o el lobo llegará antes que tú a casa de la abuela!”), de explicarles que ya había descifrado el misterio, que todo saldría bien…Pero ellos no me oían, estaban sordos a mis palabras. Y me hacían reír a carcajadas, llorar como nunca lo había hecho antes, sufrir escalofríos de terror, sin ser ellos conscientes de nada. ¡Maravillosas palabras! Eran ellas las que movían los hilos de mis sentimientos, como si de una marioneta se tratara. Las que guiaban y conducían mi mente por recónditos abismos sin que mi cuerpo de moviera un ápice. Las que hacían que me temblaran las manos al pasar cada página. Las que me hacían querer más.
Y ahí estaba yo, en aquel barril de manzanas, aterrorizada, sin percatarme de que en realidad no pueden verme, cuando me rozaron el hombro.
El hechizo desapareció, se rompió el embrujo. Me encontré, sin saber muy bien cómo ni por qué, con un libro en las manos en aquella enorme estancia vacía, ahora en penumbra. ¿Cuántas horas habían pasado? ¿Cuántos libros había leído?
Abandoné la biblioteca sin saber discernir qué era lo real y qué lo ficticio, soñando despierta.
Fuera llovía a cántaros. Abrí el paraguas, y me embargó el desasosiego. Recordé con desazón el terrible día y todo lo que tenía que haber hecho y no hice. Y entonces me vino a la cabeza esa conversación, escuchada veladamente, a escondidas, dejada a medias. Y la excitación me recorrió de nuevo el cuerpo, y me cosquilleaban las puntas de los dedos, al pensar: “Mañana vuelvo…Mañana vuelvo”.

PREMIO GÓNGORA
1º PREMIO
AUTORA: MARÍA BEUNZA - 2º BACHILLERATO

viernes, 26 de noviembre de 2010

XI CONCURSO DE RELATO BREVE: PREMIOS

El día 8 de octubre Eskibel volvió a convertirse, de 9’00 a 11’00h, en un taller literario. Todos los cursos de Secundaria y Bachillerato dedicaron dos horas a escribir para participar en el concurso de expresión de este año.

Como ya es habitual las alumnas estaban agrupadas en dos categorías de tres cursos cada una. En cada grupo había unas pautas de obligado cumplimiento de las que se enteraban justo en el momento de empezar a escribir:


- Cervantes: 1º, 2º,3º ESO

Debían incluir en su relato estas palabras: biblioteca, ordenador, payaso, luna, parque, edificios y suavidad.


- Góngora: 4º ESO, 1º, 2º Bachillerato:

Este era el comienzo de obligado cumplimiento:
Aquella conversación me sorprendió mucho y sigo pensando en ella...


El jurado, al que agradecemos desde aquí su interés, esfuerzo e ilusión, ha realizado un difícil proceso de selección (los trabajos son mejores cada año), hasta llegar al palmarés final. Los premios se han entregado hoy, 26 de noviembre de 2010.


PREMIO GÓNGORA

1º PREMIO – María Beunza – 2º Bachillerato

2º PREMIO – Ana Navarrina – 2º Bachillerato

3º PREMIO – Isabel Brotóns – 2º Bachillerato

MENCIÓN – Ana Rubio – 2º Bachillerato


PREMIO CERVANTES

1º PREMIO – Alejandra Garayalde – 2º ESO

2º PREMIO – María Granados – 2º ESO

3º PREMIO – Itziar Villagrá – 3º ESO

MENCIÓN – María Serrano – 2º ESO


Los trabajos ganadores podréis encontrarlos muy pronto en este blog.

Enhorabuena a TODAS las alumnas porque vuestros progresos son muy evidentes y enhorabuena especialmente a las premiadas. Agradecemos a la ”Asociación de Padres de Eskibel “su aportación económica para los premios. Ánimo y a trabajar diariamente con interés la expresión oral y escrita.

Queda ya convocado el “XII CONCURSO DE RELATO BREVE EN LENGUA CASTELLANA DE ESKIBEL”.

jueves, 11 de noviembre de 2010

ZIPRISTIN 2010

ESPACIO DE LOS SUEÑOS Y LAS LETRAS


El pasado sábado 23 de octubre dieciséis alumnas seleccionadas de Eskibel participamos, en el Aquarium de San Sebastián, en el primer encuentro literario “Espacio de los sueños y las letras”.

Nada más llegar, nos invitaron, a los representantes de todos los centros, a pasear por uno de los túneles, donde pudimos admirar todo tipo de peces exóticos, además de los tiburones, las tortugas y las mantas. Al final de aquel paseo submarino, nos reunieron en una sala y nos dividieron por edades. A cada grupo correspondería un escritor, con el que trabajaría a lo largo de la mañana. Las alumnas de 2º de Bachillerato tuvimos la suerte de trabajar con la poeta y narradora Julia Otxoa. Julia venía además acompañada por su marido Ricardo, pintor, escritor y escultor, que esa tarde tomaba parte en el jurado del concurso de dibujo.

Tras presentarse, Julia se volcó completamente en la actividad, interesándose primero por conocernos mejor. Nos pidió que le habláramos de los textos que nos habían llevado a ser seleccionadas. Después, nos pidió que pensáramos una idea relacionada con el agua: una vez la tuvimos, la desarrollamos entre todos y finalmente la redactamos. Fue una actividad muy enriquecedora: Julia, con la constante colaboración de su marido, nos ayudó a ordenar nuestro caudal de ideas, a encaminarlo y a convertir el que podría haber sido un trabajo mediocre en algo realmente bueno.

Además de trabajar en nuestros textos literarios, mantuvimos una enriquecedora conversación con Julia y Ricardo, compartiendo gustos novelísticos y cinematográficos, hablando sobre poesía y sobre sus experiencias como artistas. Julia no dudó en recomendarnos distintos escritores y películas, y nos dio su e-mail para intercambiar experiencias y consultarle cualquier tipo de duda. Su cercanía y su implicación nos emocionaron, y se lo agradecimos mucho.

La mañana acabó con una apetitosa chistorrada en el Aquarium y disfrutamos tanto de la comida como de las vistas. Por haber participado, nos regalaron cuadernos, una pluma y dos entradas para La Perla. Finalmente, nos despedimos de Julia con la promesa de mantenernos en contacto y volvimos a casa con un nuevo relato bajo el brazo. Todas estábamos de acuerdo en que acabábamos de vivir una gran experiencia.



Hemos reunido el testimonio de todas las alumnas de Eskibel participantes en el encuentro.


“Era la primera vez que íbamos a un taller lingüístico y la verdad es que lo pasamos muy bien, aprendimos a dar mejor forma a nuestras ideas y la actitud que transmitía la escritora con la que estuvimos, Julia Otxoa, nos enseñó a disfrutar de la escritura. Nos ayudó a escribir un nuevo relato y compartimos con ella y su marido opiniones y vivencias. Fue una experiencia muy enriquecedora y esperamos volver a tener la oportunidad de repetir este taller.”(Ana Rubio y Lorena Sánchez, 2º Bachillerato)


“Escribimos un cuento sobre el agua. Estuvimos con el escritor Arkaitz Cano. Nos dio muchos trucos e ideas para escribir el cuento. Vimos el Aquarium, y fue lo que más nos gustó. Paola escribió sobre el pasado, el futuro y la muerte. El cuento de María trataba sobre una familia que vivía al lado de un lago.
¡Y la chistorra estaba muy rica!”( Paola Boillos y María Rodríguez, 6º de Primaria)


“Arkaitz nos habló sobre el agua y sobre escribir. A mí me gusta mucho escribir.. Mi cuento trataba de un caballo que se escapaba a beber agua a un río. También me gustó mucho el Aquarium, los tiburones, y el bocadillo de chistorra”( Beatriz Mazo, 3º de Primaria)


“La mañana literaria no fue como imaginábamos. Fue productiva y al mismo tiempo entretenida y divertida. El escritor que estuvo con nosotras, Alex Oviedo, nos dio algunos consejos que ya estamos poniendo en práctica. Dimos un paseo por el Aquarium, e inspirándonos en las peceras escribimos varios microrrelatos que luego él corregía”(Begoña Senosiain, Marta Santano, Ana Smith, Itziar Villagrá, Cristina Martínez, 3º y 4º de ESO)


“Nos tocó el grupo de Luisa Etxenique. Ella nos enseñó muchas cosas y nos dio consejos para nuestras narraciones. Hicimos varios relatos que luego leíamos en voz alta delante de nuestro grupo, formado por gente “supersimpática” de otros colegios. Mejoramos mucho nuestra capacidad literaria. Los consejos de Luisa nos han resultado muy útiles para narraciones posteriores y trabajos de expresión. En conjunto fue un día estupendo”(María Granados, María Ruiz, 2º de ESO)


“Estuve trabajando con Arkaitz. Nos regalaron unos cuadernos y una pluma, y tuvimos que escribir un cuento cada una. El mío trataba de una ballena y un tiburón. Los otros peces se reían de ellos porque eran feos, pero después hicieron una exhibición de saltos y se ganaron el respeto de todos. Lo que más disfruté del día fue la visita al Aquarium con todos los peces…”(Isabel Serrano, 4º de primaria)


“Nos llevaron a ver el Aquarium, que fue lo mejor del día, aunque el tiburón grande daba un poco de miedo. ¿Sabíais que es chica? Sí, y se llama Conchita… Escribí un cuento titulado “los siete caballitos”. Se llamaba así por el cuento de los siete cabritillos: la historia era parecida, y el malo era el pez lobo. Arkaitz, el escritor, era muy simpático y nos ayudó mucho.”(Laura Miner, 4º Primaria)


Artículo escrito por María Beúnza y Ana Navarrina (2º Bachillerato)