viernes, 22 de marzo de 2013

PREMIOS DE EXPRESIÓN



CONCURSO DE MICROMENSAJES

ORGANIZADOR: AYUNTAMIENTO DE IRÚN

TEMA: CONSUMIR EN TIEMPOS DE CRISIS


1º PREMIO
MARTA LARRAÑAGA – 2º ESO
Premio: un portátil
“Si tienes poco para gastar, piensa bien lo que vas a comprar, pero algo tendrás que comprar para que los negocios no tengan que cerrar.”



ACCÉSIT 
MARÍA MANRIQUE – 2º ESO
Premio: un vale de compra
“Si en crisis has de ahorrar, sé inteligente y compra algo que puedas reutilizar.”



EXPRESIÓN ESCRITA - 4º ESO

RELATOS FANTÁSTICOS

NARRACIONES FINALISTAS:





ALEJANDRA GARAYALDE

Una herencia envenenada

La ventana estaba abierta de par en par a pesar de que la había cerrado fuertemente antes de ir a dormir. Con una manta tapándome el cuerpo, me levanté con la intención de ir a cerrarla pero parecía que el vendaval de aquella noche quería impedirlo. Con todas mis fuerzas tiré hasta que conseguí mi propósito.
Cuando volvía a la cama, escuché un grito que heló mi sangre.
No sin mucho miedo, avancé hacia la puerta. Al abrirla, miré hacia los lados, mas, la luz de la vela que sujetaba no alcanzaba a iluminar gran parte del pasillo. Dudé en qué dirección ir. No llevaba en esa casa un día entero, por lo que aún no me manejaba bien en la enorme mansión.
La casa la había heredado de un primo carnal al que había visto en contadas ocasiones. En su testamento aseguraba que yo era su familiar más cercano, ya que no tenía ni hermanos, ni hijos; y, a pesar de nuestro escaso trato, sentía un gran afecto hacia mí. Aunque me llevé una gran sorpresa cuando me lo comunicaron, no fue sino grata. Mi mujer había fallecido hacía poco y me encontraba en busca de una nueva vivienda, pues la antigua solo me traía recuerdos de mi querida esposa. Unos días más tarde, me dirigí al norte con la finalidad de visitar la mansión. Nada más verla, me quedé prendado de ella y accedí a trasladarme en menos de dos semanas.
Aún no había decidido hacia dónde ir, cuando volví a oír el grito, esta vez seguido por unos llantos. Provenían de la planta baja, más bien del salón de bailes. Esa habitación no me gustaba, sentía algo fuera de lo normal.
Abrí la puerta de aquella inmensa y sombría habitación. Un frío recorrió mi cuerpo, de la cabeza a los pies. La luz que tenía no llegaba a todos los rincones y, antes de darme la vuelta para marcharme, escuché el grito, proveniente de la misma estancia en la que me encontraba.
Agarré un candelabro y encendí las velas con ayuda de la mía. Me paseé por allí hasta que vi una figura tirada en el suelo. A medida que me acercaba, me daba cuenta de que ya la conocía.
Me arrodillé junto a ella. La observé detenidamente mientras acariciaba su suave mejilla izquierda. A pesar de la falta de luz, distinguía los rasgos que tantas veces había visto a la perfección.
Su pelo castaño lo tenía suelto y desaliñado y sus grandes ojos marrones reflejaban dolor, el dolor que le causaba su enfermedad. De su nariz de patata salía un hilillo de sangre y sus finos labios estaban secos como un desierto. No llevaba puesto uno de sus elegantes vestidos, sino que un camisón blanco inmaculado le cubría el delgado cuerpo.
-Ayúdame-gimió.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Estaba reviviendo su muerte, el recuerdo más doloroso que poseía.
-No puedo-se me quebró la voz. Ella desapareció. Miré a mi alrededor. Necesitaba verla otra vez aunque estuviera en ese estado.
Corrí fuera de la sala pero no me esperaba lo que me encontré. Allí estaba ella, sujetando un bebé en brazos. Me acerqué pero, otra vez, se desvaneció en el aire.
Más tarde, un niño de unos cinco años apareció a lo alto de las escaleras.
-¡Papi!- exclamó. Antes de empezar a subir, me di cuenta de que no tenía hijos, por mucho que los deseara.
El niño pareció leerme el pensamiento pues cambió de cara, de alegría a enfado, odio. Donde estuvo el niño, solo había oscuridad  de nuevo.
Pensé que todo había terminado, mas, sin esperarlo, la casa tembló. Caí al suelo y el candelabro lo hizo también. Antes de que me diera cuenta, la alfombra ya había comenzado a arder.
Alguien me llamó desde lo alto de las escaleras.
-No me dejes aquí- me rogó mi esposa.
Cuando me levanté para salvarla, recordé que aquello no era real. Ella ya estaba muerta.
Corrí hacia la puerta pero estaba cerrada a cal y canto.
-Quédate conmigo, por favor- esta vez se encontraba junto a mí.
El humo que me tragaba me hacía toser y cada vez me costaba más respirar.
-No puedo. Ayúdame a salir, te lo ruego- le pedí.
El cuerpo de mi mujer se transformó en el de mi primo.
-Es demasiado tarde.
Le pegué un puñetazo que no me dolió, pues mi mano había atravesado su cráneo. Mi primo había desaparecido, lo que me daba tiempo para pensar qué hacer. Corrí hacia el comedor y, con unas sillas, rompí una de las ventanas.
Salté por allí y me alejé lo más rápido que mis cansadas piernas me permitían.
Una vez consideré que estaba lo suficientemente lejos, me tiré a la hierba. Levanté la cabeza y observé como la bella mansión ardía. Mientras observaba el cielo nublado, escuché un grito desgarrador, como si lo hubiera emitido un espectro.
Queriendo estar lo más lejos posible de allí, me encaminé hacia algún pueblo cercano y traté de olvidar aquella espantosa noche.
 
  



GABRIELA POMBO

DESEO  REGRESAR

Todo el que ha estado cerca de la muerte, querido nieto, ha podido estar al límite. En algún momento de su vida se ha situado sobre la lúgubre frontera, que separa eternamente la vida y la muerte. 
Aquel 15 de febrero de 2013, todos los rusos esperábamos ansiosos la llegada del Asteroide 2012 DA14, tal y como había anunciando la NASA.
Ese día todo iba normal, era un día ordinario como cualquier otro. Moscú seguía su curso con total tranquilidad. La gente caminaba por la calle con cierto paso acelerado rumbo a trabajar, los autobuses escolares cumpliendo sus horarios…y yo, como todas las mañanas fui a comprar el pan y alguna que otra cosa más, huevos, un par de bombillas… A la hora del mediodía fui a visitar a tu abuela al hospital. Como de costumbre, la enfermera nos interrumpió en una de nuestras conversaciones para inyectarle el medicamento. Más tarde tomé un café con un viejo amigo. De ahí en directo recogí a Nadia y a Vladimir, que me esperaban sentados en la acera a la salida del cole. Las narices rojas del frio y las piernas secas. Los llevé a merendar y a que entraran en calor. Después los acerqué en coche a sus actividades extraescolares…fútbol y clase de pintura.
En ese momento algo empezó a cambiar, ya no todo parecía ser un día corriente. Agarré mi maletín, y con la angustia y una mala corazonada partí a trabajar. Algo me decía que no, que no podía ir, que no fuera. Presentía que algo muy malo iba a pasar. Al llegar al despacho, vi a un antiguo ex compañero de la NASA.  Lo hice pasar y le invité a sentarse con un caliente café. ¿Cuál podría ser el motivo de su aparición?… él era un hombre inolvidable… de cara serena y delgaducha, unos ojos tan profundos y vivos de un intenso color verde, más abajo su arrugada y  torcida nariz después del paso de los años…Le temblaban sus garrillas como piernas, un honrado y muy inteligente personaje, había venido en busca de mi ayuda…
-¿Qué es lo que haces aquí? – Pregunté con cierto tono impertinente- después de tanto tiempo sin saber nada de ti- le recriminé.
Entonces el saltó- ¡deja de reprocharme tantas cosas siendo tú el único que nos abandonó!-dijo él furioso gritando.
-no tienes vergüenza, venir aquí solo para esto…-
-escúchame, no vengo por ningún tipo de problema pasado, vengo porque necesito tu ayuda. Hay un serio problema que podría afectar a toda Rusia. ¿Recuerdas aquel meteorito con el que topamos por mera casualidad hace más de veinte años en nuestros trabajos de investigación? Podía llegar a ser destructivo, ha llegado. Está previsto que caiga a lo largo de la segunda quincena del mes de febrero. No lo sabe nadie más que tú y yo. Y solo tú y yo tenemos la solución.-
-si esto no es una broma, según los estudios ese meteorito esta cargado de potentes elementos químicos y compuestos que según el impacto recibido podría ser una mina de oro , valorada en millones de euros, o un gran explosivo que podría afectar a medio occidente.-
-hay que actuar, y cuanto antes, debemos estar…- y entonces se oyó un fuerte zumbido, Moscú se quedó muda. Entre el segundo uno y dos, miré a la cara a mi amigo Harry, entre el segundo 3 y 5, caí al suelo y vi un gran ventanal que caía encima mío hecho pedacitos. Más tarde desperté en una habitación en la cama del hospital. Ya no me acordaba de nada de lo que había pasado a partir del segundo uno y dos. Me comunicaron que Harry había muerto. No supe cómo reaccionar, tampoco estaba en condiciones de…el temor estaba dentro de mí todavía.  Aún recuerdo su mirada de pavor que pedía ser ayudado… por un instante llegué a morir en la cabina de la ambulancia.
En los periódicos de aquella semana, notificaron la muerte de los cientos de trabajadores de mi edificio. No sé como sobreviví pero aquí estoy. Tal vez porque algo mucho más fuerte que esto venga detrás, tal vez alguien necesita que yo esté aquí, que me reincorporé a la NASA y que trate de evitar una catástrofe mundial…
Ciertamente, no lo sé, el paso del tiempo y la rehabilitación física dictará el destino que me repara.
Pero hijo, aquí a mis sesenta y tres años, todavía no he conseguido recuperar la pierna para poder reincorporarme al sistema operativo. ¿Y quién sabe?, tal vez dentro de unos años por motivos de necesidad, tengo que dejar mi pierna atrás e intentar reparar, aquello que no pudimos mi amigo y yo frenar en su día.



              
                                                  
                                                            

MARÍA GRANADOS

El curioso misterio de Nolan

Una sombra se sentó tranquilamente en el sillón aparentemente duro pero familiar y mullido, como nuevo, para ella. Se apreciaban sus lentos movimientos, el crujir de las hojas estremecidas bajo su oxidada pluma y el peso de la tinta marcando de forma decisiva los amarillos pergaminos.
<< Nolan era hombre de pocas palabras, silencioso, de esos que inspiran respeto y temor. Sin amigos, pelo negro cuidado pero escaso, ojillos inquietos y fríos, negros como dos pequeños escarabajos incrustados que se separaban por una larga y afilada nariz, cuya curva la hacía más semejante a un pico de algún ave rapaz. Esto y su cara pálida y tersa le daban un aspecto inquietante. Combinado con su figura alta, delgada pero sorprendentemente ágil y escurridiza, no es de extrañar las leyendas y múltiples habladurías que su persona creaba a su paso.
Aquel día Nolan, vestido invariablemente de negro, se encontraba sentado pacientemente en el sillón de fieltro rojo de su carruaje. El traqueteo de este, el sonido de los cascos de los caballos, las ruedas saltando a cada piedra del camino rural, los chillidos del látigo… su vista se fijaba en las tierras y agricultores de las distintas granjas; pero su pensamiento volaba lejos.

Hacía unos años un tal Hans, duque por méritos, había aparecido en la comarca. Su ingenio y su esbelto cuerpo asombraban a muchos. No era un hombre reconocido por su belleza, sino por su gracia. Las jóvenes suspiraban a su paso, los pretendientes refunfuñaban. Así, Hans se convirtió pronto en un tema del que hablar que rompiese con la monotonía del trabajo. Rico, compró tierras, fincas y contrató agricultores. Sus propiedades eran numerosas, pero su notable avaricia lo dejó medio arruinado. Dejó de ser la novedad y sus supuestos amigos lo abandonaron al ver que su fortuna descendía. Solo una mujer lo seguía cuidando y apoyando. Una sencilla dama a la que se declaró nada más ver que era correspondido.
Al poco tiempo de casarse, cuando su amor por ella era más loco aún que al conocerla, ella murió. Se volvió taciturno y vendió sus propiedades, comprando en su lugar una casona vieja y destartalada que arregló con sus propias manos.
Allí se instaló, roto de dolor, Nolan.

De repente el carruaje volcó en una curva y Nolan salió despedido hacia el techo, rompiéndose su cabeza en el acto. La sangre fluía empapando la estampa en la que aparecía una mujer sonriente, muy bella.

Yo soy Nolan>>
Y se desvaneció en un humo negro plomizo, espeso, entre gritos infernales que sonaban como el chillido de la tiza sobre la pizarra, miles de uñas arañándola, negros y venenosos insectos zumbando.
              
                      ¿Continuación?
-Deténgase.
-Demasiado tarde, Collins. Y demasiado sobrenatural.
-Mire usted, inspector, la apariencia es de ser un caso extremadamente difícil, pero, como decía Sherlock Holmes: ``Primero buscaré una salida humana y natural, ya que no puedo contra lo sobrenatural.´´
El inspector suspiró. ``Demasiado joven e inexperto´´ pensó con un deje de admiración.
Collins no perdió el tiempo. Buscó huellas, encontró hojas de pergamino por doquier, buscó pistas y a Nolan y encontró una ventana abierta. El inspector lo veía moverse de un lado a otro y negaba con la cabeza cada vez que encontraba algo, realizando una mueca parecida a una sonrisa.
De repente, Collins ahogó un grito y saltó por la ventana, dejando la boca abierta al inspector.
La persecución duró unas horas. El policía seguía al detective cada vez más curioso y el inquieto e inteligente detective perseguía los rastros de humo negro que se percibían en medio de la noche.
Una oscura, tétrica y lúgubre mansión se alzó súbitamente a los ojos del inspector. Intentó detener sin resultado al joven acompañante, pero este no levantaba los ojos del suelo. El humo había desaparecido tras la verja oxidada de entrada y él se encontró de repente, como sacado de su ensimismamiento, en un cementerio que rodeaba la residencia. Había ordenado y releído la historia de Nolan, y al verse tan cerca de la casona mencionada se sintió desfallecer de miedo. Oía gritos y sonidos desagradables por doquier, pero venciendo a su miedo o quizá a su sano juicio, se acercó a la puerta y llamó.
-¿Quién es usted?
-De…de…de la poli…de…tec…ti…ve…
-¿Y quién usted?-dijo mirándole fijamente el inspector. Había cruzado el cementerio con paso firme al ver a Collins tocar a la gigantesca puerta.
-Soy Frederick Nolan, hijo de Johannes Nolan y Margareth.
-¿Qué hacía en la finca de…
-Antes era de mi padre y se dejó allí unas cosas que quise recuperar.
-Sin pedirlas antes. Eso es robo.
-Klaus, amigo íntimo de mi padre, lo abandonó como muchos otros al empobrecer. Por haberle servido bien una vez no quise denunciarlo cuando robó su sillón y su escritorio al morir este.
-Tendrá que explicar eso ante el juez- intervino por primera vez Collins.        
-No, déjalo. Pero solo por curiosidad, ¿de dónde consiguió el humo y los gritos?
-De una grabación y…
        
               -¿Frederick? ¿Quién está en la puerta? ¿Con quién hablas?





MARÍA  RUIZ  AZPIROZ

Madame LaLaurie

Todo el mundo en Nueva Orleans ha oído hablar de Madama LaLaurie. Incluso ahora, mucho tiempo después del incidente, la gente cruza a la otra acera en Royal Street para no pasar por delante de su casa. Hay criadas negras que no pisan ni la calle. La casa está encantada, dicen. Lo que no todos saben es porqué.
Habría que empezar explicando que el fuego que descubrió el secreto de Madame LaLaurie no fue un accidente ni una coincidencia ni una casualidad. Todo lo contrario, en realidad. Muchos esclavos (negros, por supuesto) lo veían venir. También conocían lo que, desde hacía tiempo, ocurría en LaLaurie Manor; pero, a ellos, ¿quién les iba a escuchar?
Dadas las circunstancias, decidieron solucionar ellos mismos el problema. Y en cuanto corrió la voz de que la hija de KhaeKhaen había desaparecido, ninguno tuvo duda de que era el momento. Sabían que pronto todo iba a terminar…
Delphine LaLaurie (nacida McCarthy) podía  considerarse el centro de la vida social en Nueva Orleans, no había fiesta a la que no acudiese. Y fue en uno de esos eventos donde se encontraba aquella fatídica noche. Que decir tiene que, cuando se le acercó un policía en casa de los Martin no podía ni imaginarse la que le caía encima. Apenas tardó unos segundos en interiorizar lo que el joven oficial le dijo, lo que conllevaría, y en salir corriendo por la puerta. Sin embargo, sabía que corría en vano. Sabía que todo estaba perdido…
En el otro lado de la ciudad, KhaeKhaen volvía a guardar los huesos en el saquito de tela donde estaban antes. No estaba contenta. Había leído primero las cartas, y al no recibir la respuesta deseada, decidió volver a intentar de la forma más directa. Lentamente, se quitó el collar que la identificaba como Reina Voodoo y recogió sus cosas. Apagó el fuego, del que sacó una pequeña muñeca de trapo misteriosamente intacta a pesar de las llamas, y lanzó una plegaria por el espíritu de su hija. Sabía lo que tenía que hacer…
Esa semana hubo mucho ajetreo en Royal Street. Cuando se divulgó la noticia, la gente no lo creyó. Hubo muchos que se acercaron para verlo con sus propios ojos. A los más sensibles, les bastó con ver a la policía cavando en el jardín; los más morbosos insistieron en ver la habitación.
Después de esto nadie volvió a ver a Madama LaLaurie. Huyó a París dicen los blancos. Pero ellos nos encontraron, ni encontrarán, explicación a los gritos que se oyen a veces provenientes de la mansión. Ni a la sangre que, por mucho que se frote o se intente cubrir con pintura, permanece en las paredes. Tampoco encontraron explicación al cadáver de una joven que, a pesar del estado de la habitación y del resto de los muertos, tenía los cabellos trenzados con flores.
Ha recibido su merecido, dicen los negros. Ellos creen que, en el mismo lugar en el que ella torturaba a sus esclavos, está pagando por sus actos. Y es que, KhaeKhaen significa venganza.





 MARÍA ROMAY

“LOS TRICKENS”

Hace un milenio, en una ciudad de Inglaterra una niña de unos seis años de edad, llamada Ann, jugaba en su cuarto con unas pequeñas figuras que su padre, soldado, le había traído de un pequeño pueblo de Holanda. Las figuras venían dentro de una caja roja con unas letras verdes que decían así: “al abrir esta caja, entrarás en nuevo mundo del que nunca más podrás salir” y sobre esta frase había un nombre en holandés: “Trickens”. Ann, que apenas sabía leer, abrió la caja sin preocuparse de lo que podría suceder. Desde ese momento, y aunque ella no lo sabía, entró
en el mundo de los “Trickens”; un mundo verde con olor a hierba del queno podría escapar.

Los “Trickens” eran, según la mitología holandesa, una especie de seres fantásticos, bajitos, con el pelo rojizo, rostro alargado, mejillas sonrojadas y labios carnosos. Solían vestir con colores verdosos para poder camuflarse entre los árboles. Eran alegres, divertidos y les encantaba recoger flores y frutas. Pero tras sus perfectos rasgos físicos y su encantadora forma de ser escondían un temible secreto. Ann estaba apunto de descubrirlo.

Una noche de verano estaba intentando dormir en su cama. Cerró los ojos, intentó dormirse pero no podía y los volvió a abrir. Al hacerlo, no estaba en su habitación sino en una aldea rodeada de árboles. Unos seres pequeños correteaban a su alrededor emitiendo unos ruidos muy agudos. Empezaron a acercarse más y más hasta que la niña quedó rodeada por un centenar de ellos. Se acercaron todavía más hasta que la aplastaron sin casi dejarle respirar. Entonces empezó a sentir pequeños mordiscos en su cuerpo y continuaron mordiendo su pequeño cuerpo hasta que casi se desmayó de dolor. Entonces, pegó un grito y apareció de nuevo en su habitación, sana y salva, como si nada hubiese pasado.

Durante ese año estuvo soñando todas las noches lo mismo. Esos seres, que más tarde averiguó que se eran los mismos que los de la caja roja (“Los Trickens”), mordían la piel de su cuerpo poco a poco, hasta que en uno de esos encuentros ya no les quedaba piel con la que alimentarse y dejaron de morderle. Se despertó. Pegó un grito de dolor. No tenía casi piel. Su pequeño cuerpo estaba en carne viva. Al llegar sus padres la encontraron inconsciente. Rápidamente la llevaron, envuelta en mantas, al centro médico más cercano donde le atendieron durante varios meses.

Al volver a casa decidió desprenderse de la caja roja. Su padre la llevó otra vez a Holanda para devolverla a la tienda donde la había comprado.

Pasaron los años, muchos años. Una mañana de otoño un padre entró con su hija a una tienda de juguetes muy conocida de un pueblo de Holanda. Pasaron un buen rato allí, hasta que la niña se decidió por una preciosa caja roja sobre la cual con letras verdes estaba escrito:”al abrir esta caja entrarás…” y sobre esta frase un nombre: “Trickens”.

                                                       

martes, 5 de marzo de 2013

CONCURSO DE RELATO BREVE



AÑO DE LA FE

LENGUA Y LITERATURA


3ºESO – Concurso de Relato Breve.


Tema: “Una romería para recordar: Mi vida cambió”


2º Bachillerato– Concurso de RelatoBreve.


Tema: “El camino de Santiago una aventura espiritual”


ENTREGA DE PREMIOS: 22 DE MARZO


A partir de la entrega de premios podréis leer los relatos ganadores de 3º ESO y de 2º Bachillerato en este blog

LITERATURA Y FE - 2º ESO


LITERATURA Y FE – 2º ESO

Poema trabajado desde tres asignaturas:

LENGUA Y LITERATURA – TECNOLOGÍA – MÚSICA

AL CRISTO DEL CALVARIO

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la Cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas las dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y solo pido, no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es solo
la llave santa de tu santa puerta.



                             GABRIELA MISTRAL
 
 
 
 
REFLEXIONES DE LAS ALUMNAS


Todas las alumnas han trabajado el poema por grupos, han analizado el fondo, la forma y han preparado unos vídeos cuidando especialmente la dicción, la fotografía y la música.
Estas son algunas de sus reflexiones sobre el poema:

No nos damos cuenta de que sufrió mucho por salvarnos. Me emociono. (Blanca Urbizu)

Cristo sí que sufrió, en cambio nosotras nos quejamos por cualquier cosa. (Nerea Roselló)


Me emocionan las dos últimas estrofas (María Brotóns)

Llega al corazón (Paola Boillos)

Nosotros nos quejamos mucho por todo y Jesús sufrió más que nadie sin quejarse (Teresa Bernabé)

Este poema nos hace estar avergonzados por tener a Jesús tan lejos de nuestras vidas (Marta Hernández)

Tenemos que ser capaces de sentir el mismo amor que sintió Jesús cuando salvó a la humanidad. (Nerea Urretabizkaia)

El poema habla sobre lo mal que nos podemos llegar a sentir sin darnos cuenta de todo lo que sufrió Jesús. Solo pensamos en nosotros y nos olvidamos de que Él sufrió más que nadie.( Alejandra Zapirain)

A través de este poema valoramos lo que Ël ha hecho por nosotros y aumenta nuestra fe.(Marta Romay)