lunes, 5 de mayo de 2014

PREMIOS LITERARIOS

                 
RELATO BREVE 
CURSO 2013 - 2014

TEMA: Defensa y respeto del agua como elemento de vida.

1º BACHILLERATO

1º PREMIO – GABRIELA POMBO   
LA PRIMERA GOTA 
“Cuenta la leyenda que Barba Negra surcaba el fuerte oleaje, vivía en el mar. Cada gota lo llenaba de vida…” Hola me llamo Bosco, y ese que contaba el relato del feroz pirata, es mi abuelo. Cada noche me narraba una historia con protagonistas procedentes del mar, pues él fue militante en la marina.
Por desgracia, hace siete años que no vemos, apenas olemos, el mar. Debido a la contaminación de las mega ciudades los niveles del gas metil-etil-propano subieron en la atmósfera, lo que originó un gran agujero negro que se llevó por delante prácticamente a toda la humanidad. Los océanos fueron poco a poco desapareciendo hasta que entre los Estados Unidos y Europa no quedó ni una sola gota. Nosotros somos los supervivientes a esta catástrofe mundial. Ahora el mundo está dividido en clanes. Cada clan lucha por salir adelante, no obstante estamos enfrentados entre nosotros, lo que hacer mucho más difícil la supervivencia. Hay una pobreza máxima , no hay comida, carecemos de medicamentos, y ese recurso que creíamos inagotable, se ha terminado. No hay rastro del agua, una sustancia tan vital. Cada mes mueren niños y mujeres por deshidratación. ¡Peliaguda es nuestra situación! En el desértico, seco y caluroso terreno en el que vivimos con suerte encuentras un oasis. El sistema económico se desplomó de pronto y numerosos golpes de estado derrocaron los gobiernos. Ahora se paga con agua. Si no tienes agua no te hidratas, pero tampoco puedes comprar manzanas, tomates o mantas. Vivimos al día. Suerte tiene aquel que logra de forma ingeniosa conseguir agua de donde no la hay.
Alfonso, mi mejor amigo desde los seis años, falleció anoche. Me ha superado esta situación y he decidido armarme de valor y actuar. Algo que solo sé yo, que nos puede salvar o matar. Hace años, una tarde lluviosa de otoño, mi abuelo me desveló un secreto del que no me he podido olvidar. En el año 1972 un grupo de científicos predijeron que esto iba a pasar, padeceríamos una sequía mundial. En aquella época, en plena revolución de los setenta, era impensable que esto pudiera suceder, y por eso los tomaron por locos y despreciaron su investigación. Dos de ellos, hasta fueron condenados a prisión. Los otros cuatro dejaron un documento NACC en el que explicaban, junto a unos planos, cómo reactivar la lluvia. Un sistema de meteorología artificial, una manipulación del ser humano. Mis planes son encontrar la máquina y reactivarla para probar si funciona el experimento y que todo vuelva a la normalidad.
La expedición ha comenzado. Hace dos días nos despedimos de nuestra gente, cargamos las bolsas de reservas y partimos en busca del NACC-SH-59C-10. No hay rastro de vida, y cada día orientarnos es más difícil. Tras duros días de caminar y cavar, hemos llegado al destino. Tomassino muestra un rostro de angustia y preocupación. Pero no puede ser, no hay nada. Llegamos a la conclusión de que ninguno de esos científicos de los que me habló mi abuelo habían existido, no habían hecho ninguna investigación, y peor aún, aquella historia que yo daba por verdadera, es pura fantasía, algo ficticio. Hundidos en la desesperación comenzamos el camino de vuelta a casa. De pronto un fuerte sonido nos asustó, Phillip me miró y agarró fuerte mis manos. La tierra empezó a vibrar, un seísmo muy fuerte. Todo era demasiado confuso. En ese instante caí en la cuenta. No estábamos donde creíamos estar, sino novecientos kilómetros antes. Hacía siete años que los océanos habían desaparecido, y por ello las placas tectónicas de la tierra se habían desplazado sin nosotros darnos cuenta. Los cinco históricos continentes ya no eran cinco, sino tres. Decidimos entonces intentarlo una vez más. Caminamos los  mil kilómetros restantes, y llegamos al lugar adecuado. Allí estaba, aquel tosco instrumento que nos iba a salvar. Lo reactivamos y en unos instantes comenzó a llover. Lo conseguimos, y ya no estábamos solos, gracias a mi abuelo, y al loable valor de mis compañeros. Ayudamos a todo el planeta, reparamos el despilfarro que años atrás nos había llevado hasta la miseria más inmensa. Esa tormenta de agua nos hizo nacer.


                                                                                   
MENCIÓN ESPECIAL 
MARÍA GRANADOS                        
Una  vez, creo que fue hace tres años y por fechas parecidas, me dejaron escribir un relato acerca del agua. Se me ocurrieron tres ideas. Una, la de un barco al hundirse, otra del viaje de una gota y la tercera no me acuerdo de ella por más que lo intente. La primera convertida en relato, voy a intentar que la segunda me divierta como lo hizo aquella.

El viaje y la vida de una gota

La gota solo es simplemente eso, gota. Una persona sola al juntarse con otras forma una marea de gente. La marea de gotas es el agua. Yo soy parte de ella. Soy la misma que ha viajado tantas y tantas veces por todo el mundo, la que todos han visto pero no reconocen ni recuerdan, la misma, pero a la vez distinta, desde su nacimiento.
El ciclo del agua es mi rutina. Me encantan los ríos, toboganes largos llenos de piedras lisas por las que resbalar, peces que con sus soplidos te hacen cosquillas y te empujan. Yo y mis compañeras les damos vida. Me gusta ponerme mi trajecito blanco, transparente, aunque también temo que un día se tiña de negro. Los barcos tienen cubiertas sucias y no son tan agradables como los corales, tan coloridos, y los peces, ingenuos pero divertidos. El mar presenta todo tipo de situaciones y es inmenso, misterioso. He visto y vivido en él de todo: encontré al soldadito de plomo y tuve el orgullo de empujarle con mis amigas a las redes de los pescadores. También he tocado fondo, expresión graciosa, ya que para nosotras significa todo lo contrario que para los humanos: volver a nacer. En lo más oscuro, abajo, en el frío helador, se encuentran misterios que te hacen renacer. Hay peces y rocas increíbles. Si no temes de vez en cuando, pierdes el amor a la vida, en el caso de las gotas. Cuando deseo pensar, recapacitar y reflexionar, el frío me ayuda a dar gracias por el calor, el terror de la nada, pues esa es la sensación de tantos metros, kilómetros, apartada de la superficie; da alegría de poder ver el sol y vestirse transparente y fuerzas para no temer al día a día.
Me gusta el mágico poder del sol, que con sus rayos te hace volar, te sientes sin peso, flotando por unos segundos. Suelo cerrar los ojos para disfrutar mejor de esos momentos. Las gotas tenemos la gran cualidad de la que los humanos carecen: podemos ser vapor, casi aire, y volar. Es por escasos segundos, pero el poco tiempo te deja con ganas de más. Te da esa sensación maravillosa de la esperanza en poder hacerlo de nuevo.
En el cielo me reúno con mis compañeras y nos hacemos suaves y esponjosas. Cruzamos en un fondo azul el mar y la costa. Nos movemos con rapidez, ávidas de ver más, de ir más lejos. He observado montones de basura por Asia y niños de piel oscura, sonrientes y delgados, remover entre ella. A medida que avanzamos más gotas se nos unen y las antiguas caen. Me dejo caer entre las hediondas pilas de artilugios y observo, curiosa por naturaleza, a los habitantes de este mundo, que escarban horas y horas y de vez en cuando recogen algo que les llama la atención. Lo he hecho incontables veces, pues me maravilla ver su agilidad y simpatía y entusiasmo a pesar de la situación difícil que sobrepasan. Es una pena que el calor me obligue a formar una nube pronto.
Otros días me he dejado caer entre tejados, generalmente limpiándolos, dicho sea de paso, y he provocado maldiciones al escurrirme por agujeros del techo: “¡Cariño, la gotera!” No sé por qué se empeñan en cambiarme el nombre. He atravesado largas tuberías, cañerías y conductos para llegar a grifos, donde unas me acogen con júbilo y otras tantas no hay nadie para recibirme. Desconsiderados.
Amo mi vida, está llena de aventuras, misterios y alegrías. El ciclo del agua resulta aburrido si se estudia, pero no si se vive. Mi día no tiene nada de rutinario. No duermo, solo cuando me hundo bajo el mar. A veces descanso, pero no tengo por costumbre acostarme, si lo hiciese perdería momentos y, al estar continuamente viajando, no sabría dónde me encuentro al despertar. Me encanta disfrutar de cada segundo en el  mundo, de ver y sentir todo.
Hay una última cosa que no he contado. Me avergüenza decirlo, es verdad. El miedo no solo me lo provoca el fondo del mar, ya he dicho que me gusta sumergirme y no es porque me guste el temor, sino por razones de ver: ver mi vida de otra manera. “Todavía no lo has dicho.” Me da pánico.
Me da pánico el traje negro. El blanco ya he dicho que no me importaba, es más sólido y elegante. El transparente huele a sal, a veces no huele a nada y me hago cuadrada. Pero el oscuro es la enfermedad que solo algunas padecen. Tremendamente contagiosa, mata nuestra vida. Así pues, el mayor miedo del agua es un tipo de marea. Comencé con mareas y acabaré con ellas, aunque ni siquiera me lo he propuesto. Conocido como el petróleo, la marea negra es la epidemia y el único mal que podemos sufrir. Bueno, también hay casos en los que los trajes se hacen multicolores, y no hablo de los batidos, ni de los refrescos, ni de los granizados. Podemos ser tóxicas. Los humanos deciden si desean que seamos algo bueno para ellos o un mal que, increíble pero cierto, ellos mismos lo producen.




2º ESO

1º PREMIO - CRISTINA GARCIA
                CARTA DE SUSAN
Querido diario:
Me llamo Susan y tengo 7 años. Es la primera vez que he decidido poner mis secretos en un libro como hacen los más mayores. Hoy es el 19 de junio de 2056. Vivo en Londres, aunque mi madre es española y hablo más español que inglés. Me habría gustado nacer en Nunca Jamás y que Campanilla fuera mi mejor amiga pero mi vida tampoco es espantosa. Mamá ayer me contó un cuento terrible. Me dijo que un año antes de que yo naciera empezó una guerra porque los países se peleaban por la poca agua que quedaba en el mundo. Me habría gustado nacer antes, como en la época de mis padres, entonces podría haber ido todos los días a la playa o a un riachuelo a pescar. Pero donde antes estaba el mar, ahora solo hay un suelo seco y resquebrajado por la humedad de hace años. Mi madre me está ayudando a escribir porque todavía se me da mal, pero de mayor seré la persona que mejor escriba en el mundo.
Como iba diciendo, comenzó una guerra porque las personas, como hace años malgastaban el agua, ahora no queda casi ni una gota. Aunque viendo fotos del mar, con lo grande que es, creo que la razón por la que no queda agua es porque las nubes se enfadaron con los hombres porque no la utilizaban correctamente, y entonces decidieron que no iba a llover más para ellos.
Ahora bebemos lo que podemos, el jugo de una naranja, limón o un vaso de agua con mucha suerte. Con seis años mi madre me regaló una botella de agua, me puse súper contenta y la utilicé durante todo el tiempo que pude.
Mi papá me contó que completó su máquina del tiempo hace poco (porque es científico) y quiere ver si funciona. Ayer se me ocurrió una idea. Voy a escribir una carta y les voy a decir a los maleducados de hace años que como no controlen el agua se les va a gastar.
Mi carta sería algo así:
“Hola, me llamo Susan y soy de Londres. Vivo muchos años después de vosotros y quiero deciros que aquí todo va muy mal. Estamos en una guerra por falta de agua y era para deciros que la utilicéis correctamente porque si no se os va a gastar como a nosotros. Aquí ya no hay nada que hacer, pero vosotros todavía sí que podéis. Algo que parece una tontería puede convertirse en un desastre. Seguramente no haréis caso de las bobadas de una niña de siete años pero espero que alguien me tome en serio y haga algo. Así vuestro futuro será mejor que el mío.”
Ahora se la he entregado a mi padre y aunque se le nota que no cree que haya alguna posibilidad, me ha hecho caso y la ha metido en la máquina. Con una ruedita salieron años anteriores a los nuestros y la paró en el año 2014. Yo le dije que me parecía bien y pulsó un botón rojo. La máquina empezó a hacer ruido y se paró de pronto.
Mi padre miró su interior para ver si la carta estaba y asombrosamente se había esfumado. Espero que las personas reciban la carta a tiempo.



MENCIÓN ESPECIAL
MERCEDES ROIG 
        El valor de dos gotas de agua

Era una lluviosa primavera de 1930. Dos gotas de lluvia, que eran primas, vivían felizmente entre las nubes; hasta que les tocaba cumplir su función. Después de caer al suelo, con el tiempo, se volvían a encontrar cuando el amable calor les evaporaba y les devolvía a su hogar; y así continuamente. Pero, una era Africana y la otra Española, ambas felices y risueñas.

Pero, resulta, que a las gotas Españolas no les valoraban, y en cambio a las Africanas sí. Cuando las gotas Españolas llegaban, todo eran caras largas, gruñidos y malas noticias. En cambio, las Africanas eran fantásticamente bienvenidas. Los amables habitantes les hacían fiestas llenas de luces, los niños jugaban con ellas e ¡ incluso les recogían en enormes cubos ¡ Ambas primas se contaban en el Cielo los recibimientos que les hacían, y la Africana, que era muy espabilada, decidió hacer un plan: las gotas Españolas dejarían de caer durante un tiempo; y las Africanas empezarían a caer más a menudo. Y así lo hicieron. Al principio, los Españoles, estaban encantados y lo celebraban, y en el otro continente, como la gotita Africana suponía, celebraban como nunca la llegada del agua. Pero, pasaban los días y los días, y la cara de los Españoles resulta que empezó a cambiar. Se les estropeaban las cosechas, el clima era bochornoso, los campos se secaban… ¡ querían agua ¡

Al ver la reacción, las gotas Españolas comenzaron a caer, y las Africanas se tomaron un descanso. La mayor lección, la aprendieron los Españoles, al saber valorar el agua por sus muchos valores.
Y yo te digo a ti que valores el agua, ya que algún día se acabará, y por ella rogarás.